domenica 15 settembre 2013

La contemplazione (La Contemplación)


Tradotto in Italia il romanzo LA CONTEMPLAZIONE dello scrittore venezuelano EDGAR BORGES

de GIANFRANCO PECCHINENDA

“¿ Alguna vez se te ha perdido el día? ¿ Nunca te has preguntado donde estoy y qué hago aquí ? Y lo que es peor, ¿ nunca te has despertado con la extraña sensación de no saber en realidad quién eres ? Y confundes tu yo con los otros; se te enredan las historias y no logras definir quién las vive ni quién las cuenta. Segundo a segundo te implosionas y dentro de ti mueren muchos.”

Este es el íncipit de de uno de los mejores capítulos de La Contemplación, novela de Edgar Borges desde hace poco publicada en italiano. Es facil adivinar porque Enrique Vila-Matas, en su presentación al público español, afirma que leer este libro es un poco como “perderse en el laberinto de las identidades olvidadas”.

Edgar Borges, es un escritor venezolano que parece poseer todas las potencialidades para ser colocado en el mismo extraordinario sendero de los grandes narradores latinoamericanos del siglo XX. Desde hace años sigo y aprecio su producción, desde el momento en que, por pura casualidad, me encontré con uno de sus textos, quizás el menos estructurado, pero sin duda uno de los más ricos de ideas y reflexiones de exquisita originalidad. Me refiero a Crónicas de Bar, una colección de veintiún informes sobre bares de la región asturiana, que Borges había originalmente redactado para un periódico local, antes de tener la gran idea de unirlos en un único libro.

El gran encanto que el autor desde el inicio logra ejercitar sobre el lector, probablemente radica en la forma inusual en la que es capaz de mantener unidos algunos de los principales temas de la gran literatura: la creatividad, la audacia, la capacidad de sorprender al lector, así como también una brillante y para nada descontada puesta en juego de la tradición literaria, a la cual se pertenece más o menos conscientemente. En el caso de Borges dicha tradición se puede notar debido a las frecuentes, aunque nunca pedantes, referencias hechas a los más grandes intérpretes de los cuales es evidentemente inspirado.
En sus crónicas, de hecho, somos testigos, unidas por la participación común en esos confesionarios demócratas que son los bares, de la puesta en escena de varias historias en las que personajes ordinarios se cruzan con sus experiencias cotidianas de sexo, arte, ciencia, deporte, música, política, entre otros, en un diálogo continuo con otras narraciones de personajes mucho menos ordinarios, como Fernando Pessoa, Robert Walser, Georges Perec, Julio Cortazar, Thomas Pynchon, Claudio Magris y Peter Handke; y también Salvador Dalì y Toulose-Lautrec, más bien que Carlos Gardel, Charlie Parker o Ruben Blades.

En definitiva un remolino de narraciones, en un cierto sentido una pequeña lección de literatura, que recuerda mucho la obra de maestros también contemporáneos como Roberto Bolaño y el mismo Enrique Vila-Matas.
Este último, habría yo descubierto más tarde, gracias a la exploración en Internet de Edgar Borges, en aquel momento aún desconocido al público italiano, había hablado del escritor venezolano como uno de los que ama considerar la literatura un complot contra la realidad, identificando en su novela La Contemplación, según él, una obra de singulares potencialidades.
Finalmente convencido, también por tales consideraciones, y después de dedicarme a la lectura de La Contemplación y de otras de sus obras (entre las cuales, la más reciente e imperdible El hombre no mediático que leía a Peter Handke) así decidí proponer a la Editorial Lavieri hacer la traducción italiana.
Este es el preámbulo.
Veamos ahora más específicamente el contenido de la novela. La Contempación es una de esas obras que pueden ser leídas desde diferentes puntos de vista, incluyendo el intercambio, en más de una ocasión, de posibles perspectivas durante las inevitables relecturas. La que más me ha sugestionado, y que personalmente sugiero (teniendo en cuenta que cada lector, incluido el mismo autor, podría proporcionar a su vez su proprio punto de vista legítimo, muy diferente del mío) relata la historia de una mujer (que podría ser también un hombre o un transexual) que viaja en un tren en busca de la persona de la que está enamorada, dirigida hacía una calle imaginaria, la calle 11. En esta calle, que además está en una ciudad sin especificar, se producen horribles asesinatos contra inmigrantes, homosexuales y marginados. Para enfrentar el pánico que se está extendiendo en la ciudad, las instituciones ordenan a dos policías – el Inspector Chapman y el Detective Colussi – de seguir de cerca el caso. Y así esta historia principal que recorre el libro, se entrelaza con la narración de los eventos relativos a la investigación de la policía y los distintos personajes que, por una razón u otra, permanecen involucrados.
Uno de estos personajes resulta ser también el autor de una novela – La Contemplación, de hecho – que alguien, por algún misterioso motivo, robó antes de su publicación. Y es alrededor de la historia que se cuenta en esta narración (en la narración) que se rinde posible destacar un entrelazo narrativo adicional de la novela, en donde los personajes parecen estar perennemente envueltos en una atmosfera kafkiana (la presencia del gran genio de Praga – autor de un texto titulado Contemplación – dentro de la estructura de la historia, sin embargo, es también abiertamente propuesto por el mismo Borges varias veces durante la narración).

Pero, por supuesto, como siempre ocurre con la verdadera Literatura, el libro de Edgar Borges no es solo esto: no se trata solo de la narración de un viaje en tren que parece no tener fin, ni simplemente de una serie de eventos intercalados a reflexiones teóricas y morales (contemplaciones); no es solo asesinatos aparentemente sin sentido alguno, ni de las aventuras de un transexual por sobrevivir en un mundo de sueños donde todo el mundo parece ser ambos, asesinos y víctimas, o aún, no se trata solo de un escritor compulsivo y de una pareja de inmigrantes con una niña extraña que recibe cartas inexplicables.
Edgar Borges es, de hecho, un escritor valiente, que no tiene miedo de proponer a sus lectores sus interpretaciones e incluso sus juicios de valor, respecto a algunas de las más grandes paradojas que caracterizan a la sociedad en la que vivimos. Es por eso que personalmente no situaría Edgar Borges entre los escritores fantásticos sino en la gran tradición de la literatura realista, aunque no naturalista, ya que su concepción literaria de la realidad incluye el sueño y la fantasia como partes imprescindibles de la experiencia humana.

La contemplación – como argumenta en algún punto del texto la protagonista de la novela – puede tener un aspecto negativo, es decir “la contemplación como un estado de complicidad, como una manera de ver la tragedia con los brazos cruzados, de sentarse a ver el dolor con una copa de vino en la mano”; así como también puede tener un aspecto positivo, como lo es el de la contemplación artística de la belleza: en ese sentido “se contempla la infancia, un recuerdo, una pintura, una fotografía, un libro, un amor ... un paisaje”.
Y es en la presentación de estas reflexiones que Edgar Borges demuestra cuanto la Literatura pueda contribuir en el análisis no convencional de la sociedad contemporánea y revelar, son sus propias armas, los síntomas peligrosos y a veces sutiles de una degradación cultural de múltiples e insidiosas facetas. Dado que la Literatura, como el arte en general, no teniendo que pedir permiso a la realidad para existir, es capaz de transformarse en una poderosa herramienta para llevar a la luz mecanismos menos visibles del sistema social en el que estamos enredados, una especie de dispositivo para abrir esas puertas que la normalidad tiende a mantener entrecerradas.