venerdì 25 ottobre 2013

COME SEMPRE





R. Israel Miranda, Come sempre, in De Adioses y otros licores
(traduzione di Gianfranco Pecchinenda)

mi sono risvegliato con la pelle ricoperta da un tenue rugiada
e l’aroma inconfondibile del tuo corpo

mi sono risvegliato sorretto dalle tue labbra
dal tuo ricordo

mi sono risvegliato ancorato a te
e tu
come sempre
così lontana

sabato 19 ottobre 2013

De adioses y otros licores




R. Israel Miranda, Soprattutto nelle notti, in De Adioses y otros licores
(traduzione di Gianfranco Pecchinenda)


Soprattutto nelle notti

I

soprattutto nelle notti perdo quota
e il silenzio è freddo come non mai
e il silenzio è profondo come non mai
e il silenzio è una lama di coltello
che taglia lentamente un corpo
stanco di procedere a tentoni
stanco di cercare albe
più fortunate
stanco di bussare alla stessa porta
che resta sempre chiusa

II

cerco
con il mio urlo
di affogare il fragile impulso del mio fianco
di colmare l’afonia delle notti senza il tuo sospiro
senza i tuoi gemiti
senza la tua respirazione agitata

ma la tua porta è sempre chiusa
e non c’è modo che tu ascolti
questo canto che ti chiama
e il tuo silenzio è freddo come non mai
e il tuo silenzio è una lama di coltello
che recide questo urlo
e mi lascia ai piedi di una porta
che resta sempre chiusa
perché niente dall’altro lato è mio
ed è silenzio
solo silenzio
l’unica risposta che mi concedi

III

soprattutto nelle notti
capisco che niente mi appartiene
tranne
il rumore sordo della tastiera
che sporca
con parole
(che nemmeno mi appartengono)
la brusca chiarezza del silenzio
delle albe incerte

domenica 15 settembre 2013

La contemplazione (La Contemplación)


Tradotto in Italia il romanzo LA CONTEMPLAZIONE dello scrittore venezuelano EDGAR BORGES

de GIANFRANCO PECCHINENDA

“¿ Alguna vez se te ha perdido el día? ¿ Nunca te has preguntado donde estoy y qué hago aquí ? Y lo que es peor, ¿ nunca te has despertado con la extraña sensación de no saber en realidad quién eres ? Y confundes tu yo con los otros; se te enredan las historias y no logras definir quién las vive ni quién las cuenta. Segundo a segundo te implosionas y dentro de ti mueren muchos.”

Este es el íncipit de de uno de los mejores capítulos de La Contemplación, novela de Edgar Borges desde hace poco publicada en italiano. Es facil adivinar porque Enrique Vila-Matas, en su presentación al público español, afirma que leer este libro es un poco como “perderse en el laberinto de las identidades olvidadas”.

Edgar Borges, es un escritor venezolano que parece poseer todas las potencialidades para ser colocado en el mismo extraordinario sendero de los grandes narradores latinoamericanos del siglo XX. Desde hace años sigo y aprecio su producción, desde el momento en que, por pura casualidad, me encontré con uno de sus textos, quizás el menos estructurado, pero sin duda uno de los más ricos de ideas y reflexiones de exquisita originalidad. Me refiero a Crónicas de Bar, una colección de veintiún informes sobre bares de la región asturiana, que Borges había originalmente redactado para un periódico local, antes de tener la gran idea de unirlos en un único libro.

El gran encanto que el autor desde el inicio logra ejercitar sobre el lector, probablemente radica en la forma inusual en la que es capaz de mantener unidos algunos de los principales temas de la gran literatura: la creatividad, la audacia, la capacidad de sorprender al lector, así como también una brillante y para nada descontada puesta en juego de la tradición literaria, a la cual se pertenece más o menos conscientemente. En el caso de Borges dicha tradición se puede notar debido a las frecuentes, aunque nunca pedantes, referencias hechas a los más grandes intérpretes de los cuales es evidentemente inspirado.
En sus crónicas, de hecho, somos testigos, unidas por la participación común en esos confesionarios demócratas que son los bares, de la puesta en escena de varias historias en las que personajes ordinarios se cruzan con sus experiencias cotidianas de sexo, arte, ciencia, deporte, música, política, entre otros, en un diálogo continuo con otras narraciones de personajes mucho menos ordinarios, como Fernando Pessoa, Robert Walser, Georges Perec, Julio Cortazar, Thomas Pynchon, Claudio Magris y Peter Handke; y también Salvador Dalì y Toulose-Lautrec, más bien que Carlos Gardel, Charlie Parker o Ruben Blades.

En definitiva un remolino de narraciones, en un cierto sentido una pequeña lección de literatura, que recuerda mucho la obra de maestros también contemporáneos como Roberto Bolaño y el mismo Enrique Vila-Matas.
Este último, habría yo descubierto más tarde, gracias a la exploración en Internet de Edgar Borges, en aquel momento aún desconocido al público italiano, había hablado del escritor venezolano como uno de los que ama considerar la literatura un complot contra la realidad, identificando en su novela La Contemplación, según él, una obra de singulares potencialidades.
Finalmente convencido, también por tales consideraciones, y después de dedicarme a la lectura de La Contemplación y de otras de sus obras (entre las cuales, la más reciente e imperdible El hombre no mediático que leía a Peter Handke) así decidí proponer a la Editorial Lavieri hacer la traducción italiana.
Este es el preámbulo.
Veamos ahora más específicamente el contenido de la novela. La Contempación es una de esas obras que pueden ser leídas desde diferentes puntos de vista, incluyendo el intercambio, en más de una ocasión, de posibles perspectivas durante las inevitables relecturas. La que más me ha sugestionado, y que personalmente sugiero (teniendo en cuenta que cada lector, incluido el mismo autor, podría proporcionar a su vez su proprio punto de vista legítimo, muy diferente del mío) relata la historia de una mujer (que podría ser también un hombre o un transexual) que viaja en un tren en busca de la persona de la que está enamorada, dirigida hacía una calle imaginaria, la calle 11. En esta calle, que además está en una ciudad sin especificar, se producen horribles asesinatos contra inmigrantes, homosexuales y marginados. Para enfrentar el pánico que se está extendiendo en la ciudad, las instituciones ordenan a dos policías – el Inspector Chapman y el Detective Colussi – de seguir de cerca el caso. Y así esta historia principal que recorre el libro, se entrelaza con la narración de los eventos relativos a la investigación de la policía y los distintos personajes que, por una razón u otra, permanecen involucrados.
Uno de estos personajes resulta ser también el autor de una novela – La Contemplación, de hecho – que alguien, por algún misterioso motivo, robó antes de su publicación. Y es alrededor de la historia que se cuenta en esta narración (en la narración) que se rinde posible destacar un entrelazo narrativo adicional de la novela, en donde los personajes parecen estar perennemente envueltos en una atmosfera kafkiana (la presencia del gran genio de Praga – autor de un texto titulado Contemplación – dentro de la estructura de la historia, sin embargo, es también abiertamente propuesto por el mismo Borges varias veces durante la narración).

Pero, por supuesto, como siempre ocurre con la verdadera Literatura, el libro de Edgar Borges no es solo esto: no se trata solo de la narración de un viaje en tren que parece no tener fin, ni simplemente de una serie de eventos intercalados a reflexiones teóricas y morales (contemplaciones); no es solo asesinatos aparentemente sin sentido alguno, ni de las aventuras de un transexual por sobrevivir en un mundo de sueños donde todo el mundo parece ser ambos, asesinos y víctimas, o aún, no se trata solo de un escritor compulsivo y de una pareja de inmigrantes con una niña extraña que recibe cartas inexplicables.
Edgar Borges es, de hecho, un escritor valiente, que no tiene miedo de proponer a sus lectores sus interpretaciones e incluso sus juicios de valor, respecto a algunas de las más grandes paradojas que caracterizan a la sociedad en la que vivimos. Es por eso que personalmente no situaría Edgar Borges entre los escritores fantásticos sino en la gran tradición de la literatura realista, aunque no naturalista, ya que su concepción literaria de la realidad incluye el sueño y la fantasia como partes imprescindibles de la experiencia humana.

La contemplación – como argumenta en algún punto del texto la protagonista de la novela – puede tener un aspecto negativo, es decir “la contemplación como un estado de complicidad, como una manera de ver la tragedia con los brazos cruzados, de sentarse a ver el dolor con una copa de vino en la mano”; así como también puede tener un aspecto positivo, como lo es el de la contemplación artística de la belleza: en ese sentido “se contempla la infancia, un recuerdo, una pintura, una fotografía, un libro, un amor ... un paisaje”.
Y es en la presentación de estas reflexiones que Edgar Borges demuestra cuanto la Literatura pueda contribuir en el análisis no convencional de la sociedad contemporánea y revelar, son sus propias armas, los síntomas peligrosos y a veces sutiles de una degradación cultural de múltiples e insidiosas facetas. Dado que la Literatura, como el arte en general, no teniendo que pedir permiso a la realidad para existir, es capaz de transformarse en una poderosa herramienta para llevar a la luz mecanismos menos visibles del sistema social en el que estamos enredados, una especie de dispositivo para abrir esas puertas que la normalidad tiende a mantener entrecerradas.

lunedì 29 luglio 2013

BOLANO




"El caso del aislamiento de Bolaño durante años en Blanes me recuerda a esos libros de los que nos habla Elías Canetti en La provincia del hombre, libros que tenemos a nuestro lado muchos años sin leerlos, libros de los que no nos alejamos y a los que llevamos de una ciudad a otra, de un país a otro, cuidadosamente empaquetados, aunque haya muy poco sitio, y que tal vez hojeemos en el momento de sacarlos de la maleta; sin embargo, nos guardamos muy bien de leer aunque solo sea una frase completa. Luego, al cabo de los años, llega un momento en el que, de repente, como si estuviéramos bajo la presión de un imperativo superior, no podemos hacer otra cosa que coger un libro de esos y leerlo de un tirón, de cabo a rabo; este libro actúa como una revelación. En aquel momento sabemos por qué le hemos hecho tanto caso. Tenía que estar mucho tiempo a nuestro lado; tenía que viajar; tenía que ocupar sitio; tenía que ser una carga, y ahora ha llegado a la meta de su viaje; ahora levanta su velo; ahora ilumina los años en los que ha vivido mudo a nuestro lado.




Al igual que ese libro, Bolaño seguramente no habría podido decir tantas cosas de no haber estado mudo durante todo ese tiempo.«Durante este periodo hay que suponer que se acumularía la energía formidable que se despliega a partir de 1994», apunta Ignacio Echevarría en «Bolaño extraterritorial». A la energía que se iba acumulando habría que añadir probablemente la felicidad de no ser nadie y al mismo tiempo ser alguien que escribía. A veces, el tiempo de silencio es el paraíso de los escritores [...]"




lunedì 1 luglio 2013

ULTIMO SILENZIO



Ultimo silenzio
di Ariadna Sarasuady Rebollo
Traduzione di Gianfranco Pecchinenda



Odio gli inizi più dei finali
aprire un po’ la tenda
lasciarsi vedere ma senza esagerare
mostrare l’interno ordinato
pulito, in pace
senza residui né tormenti passati
illuminare caldamente il sofà per la notte
provocare l’avvicinamento
mentire deliberatamente per ottenere carezze
compagnia
continuare a mentire fino all’alba
camminare insieme fino all’autobus
scambiarsi numeri
promettere una seconda volta

Ed è lì che cominciano i problemi
andarsene a casa sorridendo
aspettare una telefonata che non tarderà ad arrivare
baci, film
la dolce sensazione dell’albeggiare al suo fianco
le dita tessendo promesse tra i suoi capelli
parole che ti fiondano in alto
paure che ti trasformano in polvere

Per questo odio gli inizi
perché quando tutto finisce tristemente in lacrime
e respiri nel silenzio della sua bocca
capisci che nel primo sguardo
la tua vita se n’è andata

sabato 22 giugno 2013

Come se niente fosse


Come se niente fosse

di Gianfranco Pecchinenda

Dice che stiano cercando un uomo sulla quarantina, di media statura. Spalle larghe, bruno, con pochi capelli, occhi neri. Sono già passati almeno un paio di volte, durante il mio turno. Sia di sera sia di notte. Durante la giornata non lo so. Non credo si facciano mai vedere di mattina. Comunque non lo so, non ne sarei tanto sicuro. A volte – dice – gli piace irrompere così, un po’ di sorpresa. Pare godano molto nel vedere la faccia meravigliata dei ricercati.
Ti sto avvisando perché ci conosciamo ormai da tanto tempo, ma so bene che non sono fatti miei. Ho sempre creduto che, quando arriva il momento, sia meglio non farsi sorprendere. Almeno non troppo. Se ho capito un po’ il carattere delle persone, dopo tanti anni che lavoro dietro questo bancone, ho l’impressione che tu sia uno di quelli che preferirebbe saperlo con un po’ d’anticipo, uno di quelli che fino alla fine vorrebbe cercare di evitarli, di sfuggirgli in qualche modo.

Ti sto avvisando anche per questo, perché ho capito che non sei di quelli che amano fare casino, e non solo per non mettere in cattiva luce il locale del padrone, che è una così brava persona, e nemmeno per mettere in difficoltà me, che in fondo sto solo cercando di alleviarti quantomeno lo spavento dell’inatteso. Evitarli sì, sfuggirgli pure, casomai fare qualche furbata per provare a prenderli in giro, con tutta quella serietà e quell’aria di onesta benevolenza che si portano dietro e a cui sembrano però non credere più neppure loro.

(...) continua